miércoles, 9 de mayo de 2018

Francisco woman for a day


Hola, me llamo Antonio y en el momento en que ocurrieron los hechos que voy a narrar tenía 30 años. Todo pasó un sábado por la tarde primaveral y hermoso pero mucha gente se lo perdió por culpa de un vibrante Barcelona - Real Madrid en que estaba en juego la liga. Como no soy aficionado al fútbol, me fui a pasear por las semidesérticas calles. Después de una hora caminando entré en un bar repleto de hinchas mirando el partido en una tele. Pero el bar no estaba lleno porque en un extremo no se ve la tele y habían unas cinco mesas vacías y dos mesas ocupadas. En una de ellas habían una pareja de cuarentones cuchicheando entre ello, y en la otra una hermosa y sexy chica de unos 17 o 18 años. Le pedí al camarero una cerveza y la pagué (era la norma cuando había un partido, pues mas de un avispado se va sin pagar). Con ganas de entablar conversación con la chica me dirigí a su mesa con mi cerveza en la mano. Me acerqué y le pregunté:

- ¿Puedo sentarme en tu mesa?

Levantó la vista de su móvil y me dirigió la mirada toda roja y un tanto asombrada. Dirigió la vista hacia la pareja de cuarentones como preguntándoles con su mirada que hacer. Deduje que eran sus padres.

Mi aburrimiento iban a la par con mi osadía así que me acerqué a la mesa de ellos y les pregunté:

- ¿Me das vuestro permiso para hablar con vuestra hija. La veo tan hermosa y tan sola que me dije para mí: 'Una chica tan guapa no puede estar sola y quiero ponerle remedio a su soledad'. Contestó la madre.

- Si ella acepta no hay ningún problema por nuestra parte.

Volví a la mesa de ella y le dije:

- Tus padres me dan permiso siempre que tu quieras hablar contigo.

- Está bien. Entonces siéntate.

Me señaló una silla y me senté en ella. Primero hablamos de fútbol (era obvio que a ella tampoco le gustaba), de su vida pero evitó concretar mucho, de la mía (no tuve más remedio que hablar de la mía ya que ella evitaba hablar de la suya), y en un momento quise hablar de sus amigas y después de sus novios, pero en ese momento se cerró mucho. Tenía una voz un poco grave pero no lo atribuí a nada específica, ya que tengo una tía con voz de barítono (bueno, casi). Después de casi una hora de una conversación en donde yo tuve que llevar todo el peso, le invité a dar un paseo. Cogió su móvil y empezó a escribir en él. Un par de minutos después oí el ticklin de su móvil avisando de que había llegado algo. Lo abrió, leyó y me contestó.

- Bueno, vamos.

Era evidente que se había comunicado con sus padres y estos le habían dado permiso. Aquello me pareció muy raro pero no pude pensar mucho en ello porque ella se levantó.

Salimos a la calle. Ella caminaba de un modo muy aparatoso, muy femenino, demasiado. Llevaba una minifalda marrón y una camiseta de color beige, unos zapatos de tacón también marrones y tenía una melena larga. Sus piernas eran delgadas y muy bien torneadas y su busto pequeño. Caminábamos por la acera y le dije:

- No quiero volverme o girar la cabeza pero me imagino que tus padres nos siguen. ¿Cierto?

- Yo tampoco quiero girar la cabeza pero si no lo están haciendo, cuando vuelva a casa los mato.

Solté una sonora carcajada por la expresión. Aquella situación era de lo más raro. Rarísima. Una chica muy tímida que desea que sus padres la sigan. ¿Para protegerla? ¿La habían violado o había sufrido algún intento fallido de violación? Era una posibilidad.

Llegamos al parque y solo habían madres con sus hijos. Nos sentamos en un banco y, cuando iba a hacerlo, tropezó y casi se cayó. Logró recuperarse pero solo un taco (cojones) que sonó mas varonil. De repente caí.

- Supongo que te habrás dado cuenta de que en realidad soy un chico.

- Y la verdad es que das muy bien el pego.

- ¿Quieres seguir hablando o prefieres irte?

- Eres un chico, pero sigues estando muy guapa. ¿Qué te han hecho para conseguirlo?

Entonces me contó que tenía 15 años y se llamaba Francisco, que quería ser mujer y que sus padres le habían 

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